'En capítulos anteriores seguíamos el péndulo de la opinión mientras oscilaba entre las posiciones relacionista y absolutista sobre el espacio, el tiempo y el espacio-tiempo. Preguntábamos: ¿es el espacio un algo o no lo es? ¿Es el espacio-tiempo un algo o no lo es? Y, a lo largo de algunos siglos de reflexión encontramos opiniones diferentes. Yo creo que una unión independiente del fondo, confirmada experimentalmente, entre la relatividad general y la mecánica cuántica daría una solución satisfactoria a esta cuestión. En virtud de la independencia del fondo, los ingredientes de la teoría podrían guardar alguna relación entre sí, pero con la ausencia de un espacio-tiempo que esté introducido de entrada en la teoría no habría ningún escenario de fondo en el que estuvieran inmersos. Sólo importarían las relaciones mutuas, una solución en el espíritu de los relacionistas como Leibniz y Mach. Luego, a medida que los ingredientes de la teoría -sean cuerdas, branas, lazos o alguna otra cosa descubierta en el curso de la investigación futura- se fusionen para producir un espacio-tiempo familiar a gran escala (ya sea nuestro espacio-tiempo real o ejemplos hipotéticos útiles para experimentos mentales), su ser 'algo' se recuperaría, igual que en nuestra anterior discusión de la relatividad general: en un espacio-tiempo infinito, plano, por lo demás vacío (uno de los ejemplos hipotéticos útiles), el agua en el cubo giratorio de Newton adoptaría una forma cóncava. El punto esencial sería que la distinción entre espacio-tiempo y entidades materiales más tangibles se evaporaría a medida que ambos emergieran de agregados adecuados de ingredientes más básicos en una teoría que es fundamentalmente relacional, sin espacio y sin tiempo. Si es así como sucede, Leibniz, Newton, Mach y Einstein podrían reclamar una parte de la victoria.'
El tejido del cosmos, de Brian Greene, 2004; la traducción española es de 2006, en Drakontos; pg. 619.
domingo, 29 de julio de 2007
SUSSKIND: ElPrincipioAntrópico
'¿Hasta qué punto debemos tomar en serio esta colección de felices coincidencias? ¿Realmente constituyen un alegato a favor de algún tipo de principio antrópico? Mi sensación es que son muy convincentes, pero no tan convincentes como para haberme empujado a rebasar el punto crítico y abrazar una explicación antrópica. Ninguna de estas afortunadas casualidades, con la excepción de la extraordinaria debilidad de la gravedad, implica una precisión extraordinariamente alta (precisión con muchas cifras decimales) en el ajuste fino. E incluso la debilidad de la gravedad tiene una posible explicación que apela a la magia de la supersimetría. En conjunto, estas coincidencias parecen un racimo poco probable de accidentes pero, después de todo, los accidentes ocurren.
Sin embargo, la pequeñez de la constante cosmológica es otro cantar. Es prácticamente seguro que el que sean cero las 119 primeras cifras decimales de la energía del vacío no es un accidente. Pero no es sólo que la constante cosmológica sea muy pequeña. Si hubiera sido aún más pequeña que eso, si hubiera seguido siendo cero dentro del nivel de precisión actual, se podría haber llegado a creer que un desconocido principio matemático haría que fuera exactamente cero. Lo que nos cayó como la losa proverbial fue el hecho de que en la cifra decimal 120 la respuesta no era cero. Ninguna magia matemática aún desconocida va a explicar eso.
Pero, para mí, ni siquiera la constante cosmológica habría sido suficiente para inclinar la balanza. Para mí el punto decisivo vino con el descubrimiento del inmediato paisaje al que parece obligarnos la teoría de cuerdas.'
El paisaje cósmico, de Leonard Susskind; 2006; la traducción española, de este mismo año, la podéis encontrar en la serie Drakontos; pg. 216. El autor es catedrático de Física Teórica en la Universidad de Stanford y es considerado uno de los padres de la teoría de cuerdas (la 'teoría de moda' en la Física teórica actual).
Este libro está catalogado como absolutamente excepcional, por la Ilustre Academia de Trajines Xacintianos.
Sin embargo, la pequeñez de la constante cosmológica es otro cantar. Es prácticamente seguro que el que sean cero las 119 primeras cifras decimales de la energía del vacío no es un accidente. Pero no es sólo que la constante cosmológica sea muy pequeña. Si hubiera sido aún más pequeña que eso, si hubiera seguido siendo cero dentro del nivel de precisión actual, se podría haber llegado a creer que un desconocido principio matemático haría que fuera exactamente cero. Lo que nos cayó como la losa proverbial fue el hecho de que en la cifra decimal 120 la respuesta no era cero. Ninguna magia matemática aún desconocida va a explicar eso.
Pero, para mí, ni siquiera la constante cosmológica habría sido suficiente para inclinar la balanza. Para mí el punto decisivo vino con el descubrimiento del inmediato paisaje al que parece obligarnos la teoría de cuerdas.'
El paisaje cósmico, de Leonard Susskind; 2006; la traducción española, de este mismo año, la podéis encontrar en la serie Drakontos; pg. 216. El autor es catedrático de Física Teórica en la Universidad de Stanford y es considerado uno de los padres de la teoría de cuerdas (la 'teoría de moda' en la Física teórica actual).
Este libro está catalogado como absolutamente excepcional, por la Ilustre Academia de Trajines Xacintianos.
SUSSKIND: ElPrincipioAntrópico
'¿Hasta qué punto debemos tomar en serio esta colección de felices coincidencias? ¿Realmente constituyen un alegato a favor de algún tipo de principio antrópico? Mi sensación es que son muy convincentes, pero no tan convincentes como para haberme empujado a rebasar el punto crítico y abrazar una explicación antrópica. Ninguna de estas afortunadas casualidades, con la excepción de la extraordinaria debilidad de la gravedad, implica una precisión extraordinariamente alta (precisión con muchas cifras decimales) en el ajuste fino. E incluso la debilidad de la gravedad tiene una posible explicación que apela a la magia de la supersimetría. En conjunto, estas coincidencias parecen un racimo poco probable de accidentes pero, después de todo, los accidentes ocurren.
Sin embargo, la pequeñez de la constante cosmológica es otro cantar. Es prácticamente seguro que el que sean cero las 119 primeras cifras decimales de la energía del vacío no es un accidente. Pero no es sólo que la constante cosmológica sea muy pequeña. Si hubiera sido aún más pequeña que eso, si hubiera seguido siendo cero dentro del nivel de precisión actual, se podría haber llegado a creer que un desconocido principio matemático haría que fuera exactamente cero. Lo que nos cayó como la losa proverbial fue el hecho de que en la cifra decimal 120 la respuesta no era cero. Ninguna magia matemática aún desconocida va a explicar eso.
Pero, para mí, ni siquiera la constante cosmológica habría sido suficiente para inclinar la balanza. Para mí el punto decisivo vino con el descubrimiento del inmediato paisaje al que parece obligarnos la teoría de cuerdas.'
El paisaje cósmico, de Leonard Susskind; 2006; la traducción española, de este mismo año, la podéis encontrar en la serie Drakontos; pg. 216. El autor es catedrático de Física Teórica en la Universidad de Stanford y es considerado uno de los padres de la teoría de cuerdas (la 'teoría de moda' en la Física teórica actual).
Este libro está catalogado como absolutamente excepcional, por la Ilustre Academia de Trajines Xacintianos.
Sin embargo, la pequeñez de la constante cosmológica es otro cantar. Es prácticamente seguro que el que sean cero las 119 primeras cifras decimales de la energía del vacío no es un accidente. Pero no es sólo que la constante cosmológica sea muy pequeña. Si hubiera sido aún más pequeña que eso, si hubiera seguido siendo cero dentro del nivel de precisión actual, se podría haber llegado a creer que un desconocido principio matemático haría que fuera exactamente cero. Lo que nos cayó como la losa proverbial fue el hecho de que en la cifra decimal 120 la respuesta no era cero. Ninguna magia matemática aún desconocida va a explicar eso.
Pero, para mí, ni siquiera la constante cosmológica habría sido suficiente para inclinar la balanza. Para mí el punto decisivo vino con el descubrimiento del inmediato paisaje al que parece obligarnos la teoría de cuerdas.'
El paisaje cósmico, de Leonard Susskind; 2006; la traducción española, de este mismo año, la podéis encontrar en la serie Drakontos; pg. 216. El autor es catedrático de Física Teórica en la Universidad de Stanford y es considerado uno de los padres de la teoría de cuerdas (la 'teoría de moda' en la Física teórica actual).
Este libro está catalogado como absolutamente excepcional, por la Ilustre Academia de Trajines Xacintianos.
XACINTO: AcciónDeGracias
Abdominales con el manual de bioquímica apoyado en el pecho,
Matthew Bellamy cantando Starlight
y la Biblia abierta encima del escritorio;
quizá por Juan 8, 7;
quizá por el Libro de la Sabiduría
(judaísmo escrito en griego de Alejandría,
un siglo antes de la Encarnación).
Cerca,
la agenda recuerda las fechas que ningún amigo debe olvidar,
para hacer triunfar la única Revolución que me motiva.
Los aprendizajes de mi joven amada,
a modo de cuadros inconclusos,
decoran nuestra hipoteca de 20 m2.
Porque creemos en la indisolubilidad del matrimonio,
pronto nos haremos pareja de hecho.
He dejado de tomarme en serio el nihilismo
(esa excusa perfecta para todas las adolescencias,
pero no para dejar de cobrar el paro).
Disfruto de las potencias de la somaticidad disciplinada,
antes de que se disuelva la mielina de mis axones
(algún día recordaré con nostalgia
nuestras agotadoras carreras por la Dehesa de la Villa).
Y cruzo corriendo la Castellana,
Aristóteles mareándose en la mochila,
con la deportiva esperanza de bajar mi marca personal
entre la portería y nuestro hogar.
Brindo con Ribera del Duero
porque un amigo ha decidido abandonar la queja,
aceptando que el fracaso es un final posible,
abrazando el riesgo a ser derrotado nuevamente.
Y doy gracias a Dios,
(cajón de sastre para todos los abismos)
sabiendo que vendrán días menos alegres,
en los que será más difícil gozar de la virtud necesaria
para agradecer todo lo que me ha sido regalado.
Matthew Bellamy cantando Starlight
y la Biblia abierta encima del escritorio;
quizá por Juan 8, 7;
quizá por el Libro de la Sabiduría
(judaísmo escrito en griego de Alejandría,
un siglo antes de la Encarnación).
Cerca,
la agenda recuerda las fechas que ningún amigo debe olvidar,
para hacer triunfar la única Revolución que me motiva.
Los aprendizajes de mi joven amada,
a modo de cuadros inconclusos,
decoran nuestra hipoteca de 20 m2.
Porque creemos en la indisolubilidad del matrimonio,
pronto nos haremos pareja de hecho.
He dejado de tomarme en serio el nihilismo
(esa excusa perfecta para todas las adolescencias,
pero no para dejar de cobrar el paro).
Disfruto de las potencias de la somaticidad disciplinada,
antes de que se disuelva la mielina de mis axones
(algún día recordaré con nostalgia
nuestras agotadoras carreras por la Dehesa de la Villa).
Y cruzo corriendo la Castellana,
Aristóteles mareándose en la mochila,
con la deportiva esperanza de bajar mi marca personal
entre la portería y nuestro hogar.
Brindo con Ribera del Duero
porque un amigo ha decidido abandonar la queja,
aceptando que el fracaso es un final posible,
abrazando el riesgo a ser derrotado nuevamente.
Y doy gracias a Dios,
(cajón de sastre para todos los abismos)
sabiendo que vendrán días menos alegres,
en los que será más difícil gozar de la virtud necesaria
para agradecer todo lo que me ha sido regalado.
lunes, 23 de julio de 2007
HOUELLEBECQ:AmpliaciónCampoBatalla5
"[...]Si Maupassant se volvió loco, fue porque tenía una aguda conciencia de la materia, de la nada y de la muerte, y no tenía conciencia de nada más. En eso se parecía a nuestros contemporáneos: establecía una separación absoluta entre su existencia individual y el resto del mundo. [...] todos estamos sometidos al envejecimiento y a la muerte. Estas nociones de vejez y muerte son insoportables para el individuo; se desarrollan soberanas e incondicionales en nuestra civilización, ocupan progresivamente el campo de la conciencia, no dejan que en ella subsista nada más. Así, poco a poco, se establece la certeza de que el mundo es limitado. El mismo deseo desaparece; sólo queda la amargura, los celos y el miedo. Sobre todo, queda la amargura; una amargura inmensa, inconcebible. Ninguna civilización, ninguna época han sido capaces de desarrollar en los hombres tal cantidad de amargura. Desde este punto de vista, vivimos tiempos sin precedentes. Si hubiera que resumir el estado mental contemporáneo en una palabra, yo elegiría, sin dudarlo, amargura" (op. cit., pp.167-168).
"Mi margen de maniobra en la vida se ha vuelto particularmente restringido. Todavía entreveo varias posibilidades, pero que sólo se diferencian en pequeños detalles" (op.cit., pág.172).
"[...] Todo lo que podría haber sido fuente de particpación de placer, de inocente armonía sensorial, se ha convertido en fuente de dolor y sufrimiento. A la vez siento, con una violencia increíble, la posibilidad de la alegría. Desde hace años camino junto a un fantasma que se me parece y que vive en un paraíso teórico, en estrecha relación con el mundo. Durante mucho tiempo he creído que tenía que reuinirme con él. Ya no. [...] Siento la piel como una frontera, y el mundo exterior como un aplastamiento. La sensación de separación es total; desde ahora estoy prisionero en mí mismo. No habrá fusión sublime; he fallado el blanco de la vida. Son las dos de la tarde" (op.cit., pág.174).
HOUELLEBECQ:AmpliaciónCampoBatalla4
"La sexualidad es un sistema de jerarquía social" (Op.cit., pág. 105).
"[...] No hay duda de que en nuestra sociedad el sexo representa un segundo sistema de diferenciación social, con completa independencia del dinero; y se comporta como un sistema de diferenciación tan implacable, al menos, como éste. Por otra parte, los efectos de ambos sistemas son estrictamente equivalentes. Igual que el liberalismo económico desenfrenado, y por motivos análogos, el liberalismo sexual produce fenómenos de empobrecimiento absoluto. Algunos hacen el amor todos los días; otros, cinco o seis veces en su vida, o nunca. Algunos hacen el amor con docenas de mujeres; otros, con ninguna. Es lo que se llama "la ley del mercado". En un sistema económico que prohíbe el despido libre, cada cual consigue, más o menos, encontrar su hueco. En un sistema sexual que prohíbe el adulterio, cada cual se las arregla, más o menos, para encontrar su compañero de cama. En un sistema económico prefectamente liberal, algunos acumulan considerables fortunas; otros se hunden en el paro y la miseria. En un sistema sexual perfectamente liberal, algunos tienen una vida erótica variada y excitante; otros se ven reducidos a la masturbación y a la soledad. El liberalismo económico es la ampliación del campo de batalla, su extensión a todas las edades de la vida y a todas las clases de la sociedad. [...] Algunos ganan en ambos tableros, otros pierden en los dos. Las empresas se pelean por algunos jóvenes diplomados; las mujeres se pelean por algunos jóvenes; los hombres se pelean por algunas jóvenes; hay mucha confusión, hay mucha agitación" (Op.cit., pp. 112-113).
"[...] Con la excusa de reconstruir el yo, los psicoanalistas proceden, en realidad, a la escandalosa destrucción del ser humano. Inocencia, generosidad, pureza,... trituran todas estas cosas entre sus manos groseras. Los psicoanalistas, muy bien remunerados, pretenciosos y estúpidos, aniquilan definitivamente en sus supuestos pacientes cualqyuier aptitud para el amor, tanto mental como físico; de hecho, se comportan como verdaderos enemigos de la humanidad. Implacable escuela de egoísmo, el psicoanálisis ataca con el mayor cinismo a chicas estupendas pero un poco perdidas para transformarlas en putas innobles, de un egocentrismo delirante, que ya sólo suscitan un legítimo desagrado. No hay que confiar, en ningún caso, en una mujer que ha pasado por las manos de los psicoanalistas. Mezquindad, egoísmo, ignorancia arrogante, completa ausencia de sentido moral, incapacidad crónica de amar: éste es el retrato exhaustivo de una mujer analizada" (op.cit., pp. 115-116).
"[...] las sucesivas experiencias sexuales acumuladas en el curso de la adolescencia minan y destruyen con toda rapidez cualquier posibilidad de proyección de orden sentimental y novelesca; poco a poco, y de hecho bastante deprisa, se vuelve uno tan capaz de amar como una fregona vieja. Y desde ese momento, uno lleva, claro, una vida de fregona" (op.cit., pág.127).
"[...] No hay duda de que en nuestra sociedad el sexo representa un segundo sistema de diferenciación social, con completa independencia del dinero; y se comporta como un sistema de diferenciación tan implacable, al menos, como éste. Por otra parte, los efectos de ambos sistemas son estrictamente equivalentes. Igual que el liberalismo económico desenfrenado, y por motivos análogos, el liberalismo sexual produce fenómenos de empobrecimiento absoluto. Algunos hacen el amor todos los días; otros, cinco o seis veces en su vida, o nunca. Algunos hacen el amor con docenas de mujeres; otros, con ninguna. Es lo que se llama "la ley del mercado". En un sistema económico que prohíbe el despido libre, cada cual consigue, más o menos, encontrar su hueco. En un sistema sexual que prohíbe el adulterio, cada cual se las arregla, más o menos, para encontrar su compañero de cama. En un sistema económico prefectamente liberal, algunos acumulan considerables fortunas; otros se hunden en el paro y la miseria. En un sistema sexual perfectamente liberal, algunos tienen una vida erótica variada y excitante; otros se ven reducidos a la masturbación y a la soledad. El liberalismo económico es la ampliación del campo de batalla, su extensión a todas las edades de la vida y a todas las clases de la sociedad. [...] Algunos ganan en ambos tableros, otros pierden en los dos. Las empresas se pelean por algunos jóvenes diplomados; las mujeres se pelean por algunos jóvenes; los hombres se pelean por algunas jóvenes; hay mucha confusión, hay mucha agitación" (Op.cit., pp. 112-113).
"[...] Con la excusa de reconstruir el yo, los psicoanalistas proceden, en realidad, a la escandalosa destrucción del ser humano. Inocencia, generosidad, pureza,... trituran todas estas cosas entre sus manos groseras. Los psicoanalistas, muy bien remunerados, pretenciosos y estúpidos, aniquilan definitivamente en sus supuestos pacientes cualqyuier aptitud para el amor, tanto mental como físico; de hecho, se comportan como verdaderos enemigos de la humanidad. Implacable escuela de egoísmo, el psicoanálisis ataca con el mayor cinismo a chicas estupendas pero un poco perdidas para transformarlas en putas innobles, de un egocentrismo delirante, que ya sólo suscitan un legítimo desagrado. No hay que confiar, en ningún caso, en una mujer que ha pasado por las manos de los psicoanalistas. Mezquindad, egoísmo, ignorancia arrogante, completa ausencia de sentido moral, incapacidad crónica de amar: éste es el retrato exhaustivo de una mujer analizada" (op.cit., pp. 115-116).
"[...] las sucesivas experiencias sexuales acumuladas en el curso de la adolescencia minan y destruyen con toda rapidez cualquier posibilidad de proyección de orden sentimental y novelesca; poco a poco, y de hecho bastante deprisa, se vuelve uno tan capaz de amar como una fregona vieja. Y desde ese momento, uno lleva, claro, una vida de fregona" (op.cit., pág.127).
domingo, 22 de julio de 2007
HOUELLEBEQC:AmpliaciónCampoBatalla3
"No me gusta este mundo. Definitivamente, no me gusta. La sociedad en la que vivo me disgusta; la publicidad me asquea; la información me hace vomitar. Todo mi trabajo informático consiste en multiplicar las referencias, los recortes, los criterios de decisión racional. No tiene ningún sentido. Hablando claro: es más bien negativo; un estorbo inútil para las neuronas. S este mundo le falta de todo, salvo información complementaria" (op.cit., pág. 94).
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