jueves, 7 de junio de 2007

ElInventarioDeAlmas


En tinieblas, Léon Bloy, 1917 (ElCobre Ediciones, 2006, pg. 91)
"Saber dónde estamos en lo espiritual, lo que aún puede quedar de la riqueza de antaño, lo poco o mucho que podemos esperar o temer del mañana, si es que nos es dado afrontar algún mañana; tal es la tarea que hay que emprender en un momento en que se manifiestan traiciones inconcebibles, en que se han descubierto o se sospechan las artimañas más negras por doquier, ante el enorme estupor de las gentes sencillas a quienes les gustaría suponer al menos un mínimo de pudor en los políticos y en las autoridades a las que han otorgado su confianza.Y he aquí que de repente asistimos a la más trivial de las prácticas comerciales. Y sin embargo se trata de almas, de puras y simples almas, pero se tasan, se pesan, se les pone precio cual mercaderías. Las hay que están a la venta y su número causa espanto, pero sólo unas pocas tienen salida, quedándose las más sin vender. No salen las cuentas.Hay ruinosas existencias de almas de segunda mano que nadie quiere, que amenazan con atestar los almacenes y que habrá que liquidar con pérdidas, traspasándolas a los traperos, negocio fallido, pues costaron a precio de oro. Hay otras que, sin ser despreciadas por los eventuales compradores, tienen difícil colocación, no se sabe muy bien por qué. Y otras, en fin, que se pueden contar con los dedos de la mano, que no están por suerte a la venta y que despiden con cajas destempladas a los compradores, cualquiera que sea la oferta. Artículos rarísimos merecedores de premios en exposiciones universales o dignos de exhibirse en escaparates, dada la necesidad de llamar la atención de la clientela.A pesar de ser inmortales, hoy sólo se toma a las almas por mera mercancía, buena o mala, de mediana o de pésima calidad, ruinosa o lucrativa; se han convertido en materia de especulación para la mayoría y son la levadura de la astucia más aplicada, pues el diablo se aloja en el vientre de los especuladores. Se trata de un negocio tan antiguo como el mundo, pero que ha crecido extraordinariamente, generalizándose desde hace tres años por obra del ejemplo y el trato de los alemanes. No obstante, lo reitero, se necesita una profunda astucia.Se da el caso de pagar en exceso por una alma cualquiera de la que nos encaprichamos y que no podremos colocar a un chalán alemán, pues hasta los boches más brutos conocen el paño. La menor insinuación de belleza, la más mínima tacha de virtud, se les revela al instante.Otras veces creeremos aprovechar la ocasión única que proporciona el apremio de una liquidación aparente anunciada a bombo y platillo, maniobra audaz de un estratega de la especulación que inunda el mercado con cantidades increíbles de género devuelto.Comprenderemos al punto que el comercio de almas es extremadamente peligroso para el crédito. Los mismos boches pueden sentirse defraudados, pues las almas son en ocasiones mercancía viva, dispuesta a la acción y a vengarse de sus explotadores. "¿Cómo quiere que ese hombre no sea rico? -dijo alguien de Talleyrand-; ha vendido a todos cuantos lo han comprado", aunque, dicho sea de paso, cuesta mucho suponer un alma a Talleyrand, pero el término tiene alguna importancia y merece ser meditado.El inventario que imagino sin aconsejarlo a nadie es en verdad lo más complicado que hay en el mundo; tanto es así, que sólo Dios es capaz de hacerlo, justamente Dios que no tiene la condición de comerciante. Resulta incompatible con su eternidad. No teniendo principio ni fin, las operaciones a plazo le están vedadas, y no hay más que decir.Una sola vez rescató todas las almas, sin hacer acepción, y cada una de ellas a un precio exorbitante, dejándoles, es cierto, la libertad para revenderse a sí mismas cual reses desahuciadas. Asistimos hoy a la feria sin igual de las almas, en la que no podemos esperar encontrar a Dios. ¿Cómo podría Él estar presente? Con lo que se comercia es con la Sangre de su Hijo, la preciosísima Sangre de su Hijo derramada para la salvación de todo el género humano. "En mi Agonía, pienso en ti, esa gota de sangre va por ti." Esa gota que veía el pobre Pascal no es sino el precio de cada una de las almas de los hombres. Chicas o grandes, por todas ha habido que abonar un precio exorbitante. El alma de un necio o de un pillastre, el alma de un espía o de un traidor que se cree pagado con una suma ínfima, tiene un valor real infinitamente superior al de todos los mundos juntos, y Dios no tiene nada que hacer con ese populacho mercantil que le ultraja vilipendiándolo hasta el horror.Él permanece en su cielo, escuchando el cántico sobrenatural de María, el canto eterno conocido como Magnificat, con el que esta Madre que contiene su Brazo le habla sin cesar de su Misericordia y de su Poder, haciéndole notar entre súplicas que aún no ha enaltecido a los humildes ni saciado a los hambrientos y que acaso los hombres esperan, para adorarlo, el cumplimiento de sus promesas. Lo adormece por algunas horas, arrullándolo como antaño en la humilde morada de Nazaret. Pero la Predilecta del Espíritu Santo no puede contenerlo más, sabe de sobra que no cabe pedir a su Hijo que repita la Pasión para salvar a Judas, más presentable sin duda que los traficantes de almas, pues él al menos devolvió las monedas."

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