jueves, 7 de junio de 2007

Un20DeOctubre¿Cualquiera?


¡Por fin es viernes! Nos vamos a Lillo. Llevamos toda la semana preparándolo, comprando comida, haciendo planes. La casa de Alfonso es ideal para barbacoas y tertulias hasta altas horas de la madrugada junto a la chimenea. Y para dormir hasta que te dé la gana sin que nadie te moleste. Es una casa de pueblo grande, con un patio aún más grande si cabe, rodeada de campo. Perfecta para aislarse, descansar, disfrutar.Son las siete de la tarde. Hemos quedado en casa de Perico. Vamos en su coche. Jorge al final se queda en tierra, así que somos el número perfecto para ir todos en uno. Perico, Alfonso, Willy, M. Ángel y yo.Llegamos a casa de Perico, todos menos Alfonso que aún no ha llegado. Llamamos al telefonillo. Perico aún no está preparado. Subimos. A las siete y media llega Alfonso. A las ocho Perico termina de hacer la maleta, y nos vamos.Salimos de Madrid por la M30, algo atascada. Ya en la salida a la NIV el atasco es más denso. Avanzamos poco a poco, en caravana hasta Valdemoro. A partir de ahí la cosa va mejor. Empezamos a coger velocidad. Tampoco mucha, Perico es prudente.Buena música en la radio. Cantamos a voz en grito. “Pero a tu lado”, Secretos. Chistes, risas, más canciones. Ya hemos pasado Aranjuez. Poco después de Ocaña aparecerá el desvío hacia Lillo y nos saldremos a una carretera comarcal. Ganas de llegar. Ocaña a tiro de piedra. De pronto, adelantando a un camión, una sacudida fuerte. Me agarro al asiento de delante, donde viaja Alfonso, y bajo la cabeza. A mi lado, M. Ángel grita: ¡¡¡Perico!!! Enseguida todo se nubla. Pierdo por completo la noción del tiempo y del espacio. Solo se oyen ruidos de hierros y cristales reventando. Damos varias vueltas, y todo termina. Estoy a cuatro patas, mirando hacia la parte trasera del coche, que ha quedado boca abajo. No me puedo mover. Mi mano se ha quedado atrapada entre el asfalto y el coche. Oigo gritos. ¿Estáis todos bien? Ya han salido del coche. Pido ayuda, y vienen a levantarlo. Un primer intento, pero nada. Un esfuerzo más. No, aún no es suficiente. Sí, ahora sí. Al tirar para sacar la mano me desgarro los dedos, pero ya estoy libre. El brazo derecho me sangra abundantemente, y no lo puedo mover. No siento dolor. No en el brazo, pero sí en el pecho. Me siento algo mareado, pero aguanto en pie. Estamos como a cuarenta metros del coche, y me acuerdo de mi mochila. Voy a sacarla de entre el amasijo de hierros en que se ha convertido lo que hasta hace poco era el coche de Perico. Por el camino reparo por primera vez en un hombre con corbata. Me mira asustado. ¿Tan mala pinta tengo? No soy consciente de haber estado junto a él antes, pero está manchado de sangre. Es probable que me haya ayudado en algún momento.Willy, Perico y M. Ángel están bien, ni un rasguño. Alfonso tiene heridas en el brazo derecho, como yo, pero todo es más superficial. Está con nosotros la Guardia Civil, pero la ambulancia no llega. Esperamos.Llega la ambulancia. Una de esas camionetas viejas de la Cruz Roja. Subo por mi propio pie, pero una vez dentro me hacen tumbarme en una camilla. Hay un chico muy joven, debe ser un voluntario, aunque yo no pienso en ello. Solo me preocupa mi brazo. Le pregunto si lo voy a perder, y me dice que no. Pero su cara de susto es aún peor que la del hombre de la corbata.Nos vamos. Alfonso viene conmigo, y el resto se queda. Paramos primero en Ocaña. Me hacen unas curas superficiales en una casa de socorro, y me ponen un collarín. Después, al 12 de Octubre. Por suerte no hay tráfico en la carretera y llegamos rápido. Ya a la entrada de Madrid la cosa está peor. Conectan la sirena. ¡Qué horror!Me llevan a un box de urgencias, y se llevan a Alfonso para curarle. Pero vuelve rápido, lo suyo ha sido poco.Mientras, en un bar de carretera, Perico, Willy y M. Ángel esperan a que vayan a buscarles. M. Ángel piensa que ha pasado ya suficiente tiempo, y llama a casa. Papá y mamá duermen. Suena el teléfono junto a la cama de mamá. ¿Alejandro? Pero, ¿no se fue a Lillo con vosotros? Ah si, es que yo al final no pude ir. Se me olvidó que Alejandro sí iba. Bueno, lo siento. Pero mamá se queda mosqueada, ya no se puede dormir.Mientras, yo sigo esperando en el box de urgencias, tarareando las canciones que sonaban en la radio justo antes del accidente. Es viernes por la noche, y hay que atender casos más graves que el mío.Vuelve a sonar el teléfono en casa. Esta vez es del hospital. Su hijo ha sufrido un accidente pero está bien. Le estamos operando. En el 12 de Octubre.Mamá no lo cree. Despierta a papá. Alejandro ha tenido un accidente. Dicen que está bien, pero yo no lo creo. Se ha matado y me lo están diciendo poco a poco. Antes llamó M. Ángel y…Salen corriendo de casa, nerviosos. Cuando llegan aún estoy en el quirófano. Me han dado anestesia local, excepto donde hay hueso, que no es posible anestesiar. Ahí cosen en carne viva. A mi lado, una enfermera habla conmigo para distraerme. Estoy tranquilo. Lo peor ya pasó. De vez en cuando tengo que apretar los dientes para soportar el dolor. Por fin terminan. La enfermera me dice que me he comportado como una auténtica mujer. Los hombres siempre llegan gritando, histéricos. Yo he sido la excepción.Me llevan de nuevo al box de urgencias. Papá y mamá me han visto antes, a través del cristal del quirófano, a donde les han llevado para tranquilizarles. Ahora vienen a verme. Aún tiemblan. Se emocionan. Lágrimas, besos… Todo ha terminado bien. La recuperación, ya en casa, será pesada. Pero eso es lo de menos.Juan y Mª Elena aún no saben nada. Ella se enterará por teléfono. Juan se entera al día siguiente, en casa. Mientras a mí me operaban él había estado celebrando su cumpleaños. Me ve y se tiene que salir de la habitación. Más lágrimas. HAPPY END.

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