miércoles, 13 de junio de 2007

SoloAnteElPeligro

Hacía mucho tiempo, creo que desde la infancia, que no veía “Solo ante el peligro” (Fred Zinnemann, 1952), película magnífica por numerosos motivos. Entre ellos está desde luego la soberbia interpretación de la mayoría de los actores. Los personajes del drama ponen en acto las pasiones humanas de una manera diáfana y visualmente impecable. Cada vez que aparece un personaje, incluso aquellos que aparentemente apenas tienen relevancia, podemos ver que allí están operando todas la tensiones del drama humano, los conflictos ético-morales, las contradicciones y luchas de la vida diaria ampliadas por el anuncio de un desenlace a vida o muerte. Pero también por la estupenda dirección que va aumentando inexorablemente la tensión del drama mediante lo que hoy llamaríamos “acción en tiempo real”.
Los personajes que encarnan estas situaciones son, desde luego, el protagonista, Will Kane, interpretado por Gary Cooper, Oscar al mejor actor en 1952, y su esposa Amy, pacifista redimida finalmente; la pareja que forman Helen Ramírez, interpretada por una impagable Katy Jurado, y el ayudante y aspirante a sheriff; y de modo coral el pueblo, con los inmejorablemente dosificados destellos de los personajes que van tejiendo y destejiendo una compleja trama de relaciones de amistad, odio e intereses alrededor del sheriff Kane.
Aunque de sobra conocido el argumento de la película, basada en un relato corto titulado "The tin star" de John W. Cunningham, publicado en 1947 por la revista pulp Collier's Weekly, no podemos dejar de recordarlo. El sheriff Will Kane en el día de su boda con su novia Amy, Grace Kelly, se entera de que el peligroso asesino Frank Miller (¡como el de los TBOs!) ha sido indultado y que se dirige hacia la ciudad, a la que llegará a las 12, para cumplir su venganza sobre Kane, quien hacía cinco años lo había metido entre rejas. Además, ese mismo día, es su último día como sheriff de la ciudad por lo que de algún modo la responsabilidad de pararle los pies al asesino y a sus otros tres secuaces parece haber vencido contractualmente. Kane, alentado por sus amigos, a la sazón personajes relevantes de la ciudad, comerciantes y hombres de ley, abandona el pueblo con su esposa, como tenía planeado de antemano, para emprender una nueva vida. Pero será en el camino, a las afueras de la ciudad, cuando, sin saber muy bien por qué, dará media vuelta a la carreta y volverá a asumir su papel como representante de la ley y el orden en Hadleyville. A partir de aquí irán esfumando los minutos que le separan del inevitable duelo a muerte con Miller y los suyos, así como se irán desvelando las intenciones, personalidades, sueños, odios, intereses y pasiones en general que, de un modo u otro, hacen que el sheriff vaya quedándose solo ante el peligro, abandonado por todos (en realidad, por todos no).
Mientras la volvía a ver, reinterpretaba la película desde nuestra actual situación frente a la banda terrorista y separatista etarra. En general, en el pueblo aparecía claramente una derecha, que asume su deber de velar por el orden y la ley por encima del interés o de las bajas pasiones, haciendo de tripas corazón, y unas izquierdas que, en diversos grados representaban el pactismo, el diálogo con los asesinos, el pacifismo, el progreso y la prosperidad de la ciudad por encima del deber (son alucinantes las razones del encargado del hotel por las que dice estar de parte de Miller o las que esgrime en la iglesia el presunto amigo de Kane). Veía, con la ocurrente interpretación en la mollera, cómo de fácil es autoconvencerse, engañarse, con la bondad de fines ilustrados e ilustres, y qué sencillo resulta abandonar la firmeza que el deber moral implica por proposiciones más laxas y menos arriesgadas que se resuelven en tomas de contacto, instrumentalización de la ley o abandono de los principios morales en aras de deseos infinitos de paz y progreso. Se me ocurría que todos los personajes tenían sus razones para abandonar al buen sheriff, que todas ellas eran respetables, y que incluso tal vez el propio sheriff, que en ningún momento sabe explicar ni explicarse por qué se queda, estaba equivocado. Sin embargo, al final feliz de la película comprendí que tanto en el cine como en nuestra vida cotidiana el bien es posible si se lucha por él y que no caben componendas con el mal ni con los malos, aunque para ello debamos quedarnos en ocasiones SOLOSANTELPELIGRO.
¡¡Jo, menudo peliculón!!
Nota mental: para el próximo día análisis de algunas secuencias, escenas y diálogos de esta magnífica pinícula.

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